Sonaly Tuesta tras dejar “Costumbres”: “He hecho varias cosas que me siguen haciendo feliz” | TV Perú | Espectáculos


La promesa de autonomía de Mariela Sonaly Tuesta Altamirano (50 años) la propició una gaseosa. Su padre, Zacarías, el copartícipe de las visitas a las bodegas y educador fuera de casa y dentro de ella, había advertido la disyuntiva de la hija: “¿La pido o no la pido?”. “Para que no estés algún día pensando en que si te compras esa gaseosa no vas a tener para el pasaje, debes estudiar”, le dijo. Ella no recuerda la edad con que recibió el discurso, pero sí la secuela: tomar ventaja de lo que ya poseía. 

Y poseía, en Amazonas, en cada una de las viviendas donde le tocó asentarse por ser hija de un docente rural, un código privado para simpatizar con el mundo: cuando las gallinas dormían como indicio de que el día terminaba, ella también; comía arracacha en lugar de zanahoria y le llamaba tomatillo al aguaymanto; como el periódico llegaba una vez por semana, lo diseccionaba hasta lograr, con un solo ejemplar, alimentar dos cuadernos —uno con noticias, otro con anuncios de películas y cuentos de autoría—. Y antes de armar su propia colección, había ensayado con una enciclopedia: “Yo con ‘El tesoro de la juventud’ comencé a inventar que leía. (…) Miraba y, de acuerdo a la foto, iba hablando qué cosa era”. 

Había visto en esos tomos alguna imagen de dragón. Le añadió al ser mitológico características amazonenses, lo archivó en su subconsciente y se planteó una nueva tarea para vincularla con la escritura:  “Yo en la noche me proponía a soñar. (Risas). (…) Entonces eso, nutrido con las leyendas de la zona, dejaban textos alucinantes”.  

 Sonaly Tuesta en Pedro Ruiz, Bongará, Amazonas. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

Sonaly Tuesta en Pedro Ruiz, Bongará, Amazonas. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

—¿Dejabas que tu papá te leyera?

—Sí. Mi papá siempre me leía. Siempre, siempre. Él era una persona que me ayudaba a aprender con la motivación. Entonces, a raíz de lo que leía, me decía: “Oye, ¿por qué no escribes esto?” o “Te voy a traer un libro de esto”. Igual mi mamá. Yo a mi mamá la perseguía para leerle lo que había escrito, y a ella siempre le gustaba. Ella iba por el otro lado: “Tan inteligente, tan linda”. Los dos me ayudaron mucho a crear una identidad, una individualidad y una fortaleza.



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