El 10 de abril de 1912, centenas de personas admiraron asombrados el inicio del viaje inaugural del RMS Titanic, un emblemático trasatlántico británico que zarpó de la ciudad de Southampton rumbo a Nueva York, en Estados Unidos.
Al viaje desde el Viejo Continente hasta América se unió Masabumi Hosono, un japonés que trabajaba para el Ministerio de Transporte de su país y que disfrutó de una corta estadía en Londres luego de concluir con sus labores en Rusia como parte de sus funciones.
Al ser un importante funcionario, Hosono tenía el dinero suficiente para abordar el trasatlántico en primera clase, pero tuvo que comprar su boleto para segunda debido a que en la época solo personas de tez blanca eran permitidas en esa categoría.
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Durante el viaje, sucedió la tragedia, el 12 de abril de 1912, a las 11.40 p. m. el Titanic chocó contra un iceberg y se hundió en dos horas con 30 minutos, cobrándose la vida de 1.500 personas.
Otros miles se salvaron gracias al despliegue de los botes salvavidas, incluido el japonés, que al salvarse fue condenado moralmente en su país por no hundirse en el trasatlántico.
“Pensé que nunca más volvería a ver a mi amada esposa y a mis hijos, ya que no había otra alternativa para mí que compartir el mismo destino que el Titanic. Me encontré buscando y esperando cualquier posible oportunidad de sobrevivir”, contó Hosono en sus memorias.
Es así como el japonés logró ocupar una plaza en un bote salvavidas, los cuales solo estaban transportando mujeres y niños. El funcionario sabía que podría enfrentarse a la deshonra por no dejar su lugar a alguien más, aun así optó por subir a la embarcación.
Mientras los medios occidentales comenzaron a considerarlo como un “afortunado japonés”, la prensa y las personas de su nación empezaron a llamarlo “cobarde, deshonesto e inmoral” por temer a la muerte, e ir contra la valentía de los kamikazes o los emblemáticos samuráis.
Debido a la controversia, Hosono perdió su trabajo, mismo al que fue reincorporado en 1939 —año de su fallecimiento— debido a que era un funcionario muy valioso.
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El honor de su familia no fue restituido hasta después del estreno de la película Titanic de James Cameron, cinta con la cual su historia volvió a salir a la luz junto a sus memorias. A principios del nuevo milenio, el Gobierno japonés indultó a Masabumi Hosono, lo que dio alivio a la familia del hombre que solo quería volver a ver a su esposa e hijos.