Abdel Hamid Ramadan observa devastado cómo los rescatistas sacan cuerpos de entre los escombros. Es uno de los pocos sobrevivientes de un bombardeo israelí que arrasó el edificio donde vivía con su esposa e hija, fallecidas en el ataque.
Al menos 45 personas murieron y 70 resultaron heridas en este bombardeo contra un edificio de seis pisos situado 40 km al sur de Beirut, informó el Ministerio de Salud libanés.
El ataque ocurrió el domingo en Ain al Delb, cerca del pueblo de Qraiyeh, cuando Ramadan se encontraba en el salón de su departamento con su esposa y sus dos hijos. Solo sobrevivieron él y su hijo.
La localidad, así como los pueblos circundantes, no se habían visto afectados hasta ahora por los enfrentamientos casi diarios entre el grupo libanés Hezbolá e Israel.
Ambos llevan intercambiando disparos desde el inicio de la guerra entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás hace casi un año.
“Julia era una heroína, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo”, lamenta Ramadan. Su hija, que tenía títulos en Educación Preescolar, Psicología y Relaciones Públicas, murió a los 27 años.
“En unos días, cuando me mude a casa de mi madre y sea la hora del almuerzo, miraré a mi alrededor y me preguntaré: ¿Dónde está Julia? ¿Dónde está mi esposa Janane? ¿Qué haré entonces?”, se pregunta el exmilitar libanés.
Ramadan agrega que todos los habitantes del edificio, reducido a escombros, eran familias civiles, y afirma que desde entonces no tiene noticias de varios de sus vecinos.
En el lugar, los equipos de rescate continúan buscando cualquier señal de vida o recuperando cuerpos, ayudados por maquinaria pesada y excavadoras, bajo la mirada desconcertada de los residentes.
Uno de los rescatistas explica que han estado trabajando “desde las 15H30 de ayer, y aún hay personas bajo los escombros a las que no hemos podido llegar”.
– Ataúdes y lágrimas –
La ropa, los escombros de piedra y metal, así como los objetos domésticos se mezclan con juguetes infantiles y libros escolares que la explosión dispersó.
“Escuchamos los misiles y corrimos, todos gritaban”, relató una mujer del vecindario, bajo condición de anonimato.
Pierre Tannous, un responsable local, precisó que el edificio atacado era “una edificación residencial que albergaba a residentes del sur del Líbano que se establecieron allí desde 2006”, así como a desplazados de otras regiones del sur, muchos de ellos mujeres y niños.
En el cementerio del pueblo, trabajadores se apresuraron en preparar tumbas para el gran número de víctimas.
Ambulancias transportaron los cuerpos de dos víctimas para ser lavados antes del entierro.
En una sala funeraria del pueblo, seis cuerpos envueltos en sudarios blancos y verdes estaban alineados en el suelo, rodeados de familiares silenciosos.
El imán de la mezquita recitó oraciones antes de su traslado al cementerio.
“Estamos preparando fosas comunes para las familias diezmadas por esta masacre israelí”, declara Ahmad Chahadé, responsable del cementerio de Saida, administrado por la dirección de asuntos religiosos islámicos.